Todas las personas tatuadas decimos que tenemos adicción al tatuaje y que, una vez que empiezas, ya no puedes parar. Pero, ¿qué tiene esto de cierto?
En nuestro estudio de tatuaje y piercing en Madrid centro, 222 Tattoo Madrid, sabemos que quien viene una vez suele repetir. Sin embargo, ¿existe ciencia detrás de este hecho o se trata de un mito?
Adicción al tatuaje: ¿mito o realidad?
Los motivos por los que una persona decide tatuarse son tantos como personas hay en el mundo. Sin embargo, hay dos razones bastante comunes que son inmortalizar momentos y subrayar la identidad propia.
Los tatuajes son una forma de expresión artística y cultural que lleva muchos años presente en la historia de la humanidad. Para algunos pueblos son símbolos de sus creencias, su identidad y sus experiencias.
Si nos fijamos en la personalidad de las personas que deciden adornar su piel, no existen rasgos comunes más allá de la búsqueda de ser único y original. Además, la decisión de tatuarse es igual de significativa cuando se toma por motivos estéticos que por motivos vitales relevantes.
En algunos casos, los tatuajes actúan como recurso terapéutico. Por ejemplo, aquellos que se utilizan para disimular cicatrices o realzar el cuerpo y la autoestima tras una mastectomía.
Entonces, ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos tatuamos?
- Existen investigaciones en las que se ha encontrado una relación entre los tatuajes y ciertas sustancias que nuestro cerebro libera.
- Aunque puede haber dolor, cuando nos tatuamos se produce una segregación de endorfinas similar a la que provocan las drogas.
- Una adicción implica “consumir” algo: tabaco, alcohol, drogas, etc., y no poder parar de hacerlo. Esto ocurre así por esa liberación de endorfinas, sustancias que produce el cerebro y que generan placer.
- Esa segregación de placer es normal que queramos volver a sentirla, ¿verdad? Pues una vez que nos hemos tatuado por primera vez, queremos continuar haciéndolo.
- Por supuesto, también influyen los gustos y las ganas de llevar algo marcado en la piel.
Esta compulsión recibe el nombre de estigmatofilia y es una especie de atracción o adicción que sentimos las personas por tatuarnos o perforarnos.
¿Se trata de una adicción?
Lo cierto es que no. Aunque el efecto que se produce en el cerebro puede ser parecido al de una droga, en la práctica no es lo mismo.
La adicción no es tal, pues para serlo tendría que hacerse todos los días, y eso no sucede. Lo que sí ocurre es una segregación de endorfinas, una explosión de placer, pero no es una adicción en sí.
Por lo tanto, aunque el núcleo accumbens de nuestro cerebro, encargado del circuito de recompensa, libere un montón de dopamina cuando nos tatuamos, cree una sensación de placer y refuerce el comportamiento que llevó a esa recompensa: la adicción al tatuaje, técnicamente, es un mito.